MATERIA PRIMA
Algunas veces cuando me despierto por la mañana, cuando salgo de trabajar o cuando consigo olvidarme de todo esto, tengo una visión clara, rápida, a distancia, de lo que “esto” es; como una ráfaga en el pensamiento, algo que habitualmente es betún o alquitrán donde se hunde todo, adopta una ligereza que me permite dejar de ser la víctima y ver con claridad al agresor. Esta mañana saltó de esa manera la pregunta de si seré capaz de volver a escribir, lo que en verdad se puede considerar una escritura, después de esto. No me tuve que detener en “¿qué es esto?” ni apareció ninguna idea suficientemente dolorosa como para dejarme enredada en los desvíos que cualquier ocurrencia dolorosa trae consigo, la visión fue como si le hubiera pasado a otra persona o lo hubiera visto en una película o alguna otra voz hubiera hecho el trabajo de extraerlo del padecimiento para que lo pudiera pensar como el acto de alguien planeado con un fin, como cuando en las películas el espectador ve cómo se prepara una emboscada, cómo se acerca el asesino, cómo se arma la trama que va a hacer caer a la presa, el espectador que tiene ese privilegio y cuya función consiste en ofrecerle, por parte del director y del guionista, un perfil psicológico de los personajes o el encuadre necesario si se trata de una película de acción a fin de que se entienda el argumento. Vi claramente (ahora mismo ya no tanto) que se trata de infringir un duro castigo a alguien cuando habla y a alguien cuando escribe, a alguien porque habla y a alguien porque escribe, sí, de torturarlo para que se le quiten las ganas por completo de hacer uso de la palabra en cualquier sitio que no sea a solas. Amenaza y tortura. Amenaza frente a la propia vida y tortura con métodos especializados en indagar. Vi muy claro el por qué la gente no me cree ni siquiera aunque me crean; a mí, que tengo que rebuscar en blogs y archivos y que lo estoy padeciendo, me pasa muchas veces que me dejo llevar por la inclinación de mis propias tendencias que son, siempre, a negar todo aquello que me resulte incomprensible, todo lo que contradice la percepción, tanto sea con el oído, con la vista, con el sentimiento, o con cualquier otro sentido. (Voy a obviar todas las veces que pueda reflejar las señales porque son parte de la violencia y porque en la necesidad de que alguien me comprenda y no estar sola frente a un monstruo así, me veo envuelta en todo este trabajo de armar tres blogs y dedicar toda mi atención y mi escritura en mirarLE) … decía que veía a golpe de ráfaga lo que “ha sido” acogotar a alguien cuando escribe aquí, en su ordenador, espiarlo constantemente, imprecar, observar lo que lee, lo que dice, lo que escucha, con quién habla, si está contenta o enfadada, si muestra tal gesto tal o tiene duda o se siente segura o está con miedo, rotundamente todo lo que puede ser la vida psíquica y la realidad de una persona y con el baremo de otra. Ir después minuciosamente a sus relaciones y minarlas, interponerse, utilizarlo todo, informes médicos llevados a lugares públicos (esto ha ocurrido y aseguro que no es él solo el que ha sido partícipe), conversaciones con la familia, consigo misma, con el trabajo, si debe dinero o si tiene dinero, absolutamente todo. Y si esto lo hace alguien que en público se esfuerza en mostrar justo todo lo contrario, el mundo, la gente que pertenece a su entorno, puede llegar a convertirse también en un monstruo para la persona que no se puede defender. La anterior psicoanalista mantenía una postura que yo considero escéptica en un principio, y que a fecha de hoy, los escasos contactos que he presenciado en esa comunidad entre esta persona y la psicoanalista, he preferido esquivarlos porque siempre me fueron lacerantes, pero cuando aún mantuve el pacto, la última vez, en cierto relato me dijo que “si también creía que… tal y tal…” Bueno, yo creencias debo tener bastantes, es decir, que tengo ideología y no siempre es la que más me conviene, pero ese “también” fue más que un ingenuo adverbio de cantidad, ese también fue una lectura a posteriori de un relato anterior en el que el tal relato se había escuchado como una creencia mía… y, resultaba que yo estaba contado que estaba habiendo violencia. Después de esta no volvió a haber relato alguno ni lo habrá, pero lo que sí hubo fue otra lectura posterior acerca de por qué ya no hablaba en la que para nada se incluyó esto que ahora estoy diciendo, algo así como si yo me hubiera cerrado en banda a hablar cuando en el momento en el que se escuchaba de tal manera ya llevaba unas cincuenta entradas en el primer blog; en el intento de no hacer las cosas por detrás, le conté algo de en qué consistía el blog puesto que era público, y entonces directamente “no se escuchó porque no se trataba de ninguna sesión”, lo cual no impidió que sí escuchara a cerca del por qué había abandonado el análisis, algo a lo que yo no había hecho absolutamente ninguna alusión ni consciente ni inconscientemente, lo que dije fue bien directo y no era en sesión (según ella misma me dijo) luego interpretarme era una agresión (según indica la teoría). Entonces, si una profesional considera que mi relato es una creencia, ¡cómo puedo hacer para que los que forman mi entorno habitual entiendan por qué grito, por qué a una voz de mujer le digo que está mintiendo porque es un hombre!, porque sin que nadie lo entienda están pasando cosas que me han terminado por convertir en un ser, según éste… lo que quiera que sea alguien que se encarga de difundir después de esto “lo que yo soy”… es decir, alguien “malo”, “venenoso”, “sin sentido del humor”, “envidiosa”, “dañina”, “loca”, “enferma”, “atorrante”, “vanidosa”, egocéntrica”, “paranoica”, “que trata muy mal a sus amigos”, “histérica”, “que siempre estoy peleando”, y hasta se ha permitido recomendarme lo que tenía que hacer con mis hijos… ahora, trataré de explicar en qué consiste exactamente esta tarea que denomina “arma surrealista”:
Anoche estaba muy desesperada, tanto como lo he estado bastantes veces, pero la acumulación de estados de tensión, la sensación de no tener salida, la incomprensión y las burlas y risas generalizadas cuando me encuentro ya a puro grito mostrando mi intimidad como si no tuviera noción alguna del pudor, como si ni siquiera pudiera tener el derecho que este mismo individuo le reconoce a los toros a que nadie me haga daño, igual que si jamás hubiera tenido criterio alguno acerca de qué es y qué no es estético, como si “hacer el ridículo” fuera algo que solamente es percibido por determinadas clases de seres humanos, todo eso, en estas circunstancias, consideré que sí, que si no soy capaz de mantener indiferencia ante alguien completamente insensible a saber que algún límite tiene que haber, ante alguien que sabiendo (puesto que espía absolutamente todo) que con denuncias no ha habido investigación alguna, si no resuelvo, podría llegar a destruirme… en ese estado escribí un post que después eliminé y que no tengo ni idea de si será mejor o peor que lo vuelva a poner ya que el deseo de vivir no ha sido absolutamente nunca lo que me ha fallado, al revés, el puro grito consiste exactamente en que no encuentro manera humana alguna de hacerle entender a esta… que ante eso NO HAY NADA Y MUCHÍSIMO MENOS UNA OBSCENA EXHIBICIÓN DE SER COMO NO ES QUE ESTOY PAGANDO YO ¡Y DE QUÉ MANERA! … Decir cinco años como decir un solo mes, sería imposible que yo pudiera reflejar en qué ha consistido esta tarea de no poder hacerle entender el por qué tiene que irse, de que si acaso fuera que “es que no se puede ir” al menos después no haga lo que hace; una vez que las dos opciones básicas fracasan ya me pierdo y entro en un estado en el que tratar de retomar un discurso suele ser algo así como elegir entre tragar paja o tragar alfileres ya que no tiene forma y dársela es rebuscar entre cientos de archivos y entonces los papales de la contribución, los horarios, no poder escribir sin ver constantemente la pantalla, las deudas, los días en puñado que se te van y no te bajas a pasear porque al fin eso es la vida pero lo que te azuza no lo recoge la teoría, o sí, pero nunca recuerdas, la explicación no cabe en media hora aunque tú sabes que no se trata de eso pero te creen o no te creen, en cualquier caso no lo palpan, lo tienen todo que simbolizar e imaginar, no tocan el material asfixiante del que esto está hecho, cómo, con que trocitos de fragmentos de letras y representaciones interminables a cerca de lo que es la vida y la muerte está esto hecho, realizado, materialmente tangible, imposible de reclamar tu más estricto derecho a que no te violen, a que te es completamente un peso abominable cargar con la cabeza de alguien que ni siquiera ha respetado tu nombre, teniendo que elegir, desmembrar a todas horas entre amputarte la voz o pagar con la vida: “¿y por qué entras si no te gusta?”… y ahí cualquier frase o residuo de ella que dijeras es una pantomima pero él no se cansa, con varias versiones sigue su retahíla de “loca”, “mala” y todas las demás; letra grande, las pequeñas a veces las temes más porque le facilitan concretar lo que es tu vida y tu dolor en un tamaño que, cuando tú lo excedes, lo consideran agresivo, pero eso no son letras, son alaridos, son súplicas que ni el orgullo (que tú también lo tienes) es importante porque cómo les haces entender que la escritura no es rifle ni bombilla decorativa ni un pedazo de cuña de metal para comprar comida, sino algo que ni aunque te matara podría ser de otro más que de quien lo usa, como lo usa y cuando lo usa.
Y han pasado no sé cómo se llama ese tiempo que el reloj contabiliza, a veces se ha terminado todo ya y te has perdido tu vida, que no es un dato para que ganen o pierdan los políticos, sino tu vida, lo único que vale la pena defender, algo que tus 55 libros no representan porque jamás coincide, porque no cabe en la palabra lo que viviste y cuando no queda palabra ni siquiera hay vida … y te llamas a gritos, te desesperas, te difuminas entre la multitud que te abraza con odio o con deseo y te deforma, te pone su cara, su asco, su candor, sus restos de la última cena, sus escondrijos, sus míseras medallas, su repulsiva verdad, su insalvable distancia, MATERIA PRIMA. Porque tú conociste otro mundo, en otra dimensión, no era que fueses lo que dicen que eres, ¡cómo no ven que no pretendes ser sino hablar! Te falla la teoría o te falla el organismo, nada hay tan violento como querer meter a alguien en sus palabras, te dices en voz baja o a punto de darle un puñetazo a la ventana que no quieres oir, que llevas toda la vida averiguando qué pasa con lo que dices, eludiendo que dos fonemas en concreto se juntasen porque si se juntaran se correría el velo del terror o sería como palpar de lo imposible un olor que no tiene aquel nombre que dice en aquel libro ni pertenece a la historia que con tanta facilidad relatas ni es la esquina que se aparece en muchos sueños, sino que es algo cuyo rastro llevas siguiendo toda tu vida.
Quizás ya lo haya dicho o puede ser que no, los libros, los objetos valiosos, calificables, premiados o sepultados, vidas enteras cuya pasión se puede reflejar a duras penas en la palabra pasión o en el precio que pagas el día de Nochebuena porque tu vida es especial, tan especial como lo son todas las vidas y entonces la palabra, todas, deja de ser aquello que te contaban en otro libro porque se abraza irremediablemente a lo imposible otra vez y todo cae del lado del azar o de la maldición, no da igual, terriblemente nada da igual, la decisión se fragua en un instante o en todos los años que dedicaste a levantar ladrillo tras ladrillos con tu cuerpo como un muro brutal haciendo fuerza contra las otras vidas.
27 de diciembre de 2009
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